Blog personal de Elena Porté

En estas páginas comparto escritura creativa y pintura. Encontraréis relatos breves, cuentos o retratos que brindan inspiración y belleza. Su propósito es mostrar que todos podemos aflorar nuestros dones creativos cuando nos conectamos al ser. Gracias por leerme.

Soltar

Zelaida vive sola en un piso y como se le hace muy grande, decide adoptar un perro de la perrera. En la perrera le van enseñando todos los que tienen pero ninguno la convence. Entonces ve uno en una jaula que no le han enseñado, y pregunta cuál es ese. El hombre de la perrera le dice que ese no se puede adoptar. Zelaida pregunta por qué y el hombre le dice que porque no. Pero la chica lo ve y decide que ese tiene que ser su perro. Así que cuando el hombre se despista lo coge y sale corriendo con él. Lo lleva a casa, lo deja allí, y sale para comprarle comida.

Cuando Zelaida vuelve a casa con la bolsa de pienso bajo el brazo, ilusionada por reencontrarse con Prohibido -así es como ha decidido ponerle de nombre-, descubre al perro acostado en el suelo, gimiendo y arañando la puerta con las patas. Zelaida, sorprendida, se acerca al animal para tratar de calmarlo con caricias y advierte que tiene ronchas blancas por toda la barriga y en el interior de las patas.

El perro se pone en pie y empieza a ladrar hacia la puerta, moviendo las patas con más fuerza. De tanto en tanto, detiene los ladridos y gime mirando a la chica.

Zelaida se encoge algo triste, pero le puede la curiosidad de averiguar dónde quiere ir Prohibido. Así que sin quitarse el abrigo, le pone al perro la correa de paseo que acaba de comprar en la tienda de mascotas y ambos salen de casa.

A Zelaida no le cuesta decidir en qué dirección avanzar porque Prohibido tira fuertemente de la cuerda como sabiendo dónde va y cómo ir.

Al cabo de un rato de andar, se le ocurre que quizá el perro extraña su vivienda y quiere regresar a ella. Decide coger el coche para ir a la perrera y hablar con el empleado que la atendió.

Entonces piensa que si vuelve a la perrera, tendrá que darle una explicación al hombre, pero sigue pudiéndole la curiosidad sobre su culpa de haber robado a Prohibido.

Al llegar, sólo abrir el portón del coche, el perro salta del maletero y corre ladrando y moviendo la cola hacia la zona de las jaulas. En ese mismo momento aparece el hombre de la perrera, atraído por los ladridos ¡Jaaack! ¡Menos mal que has vuelto! El perro se tira a su cuello, lamiéndole la cara y meneando la cola. Zelaida, conmovida por la escena, de pie a unos metros, sólo acierta a decir ‘lo siento’ cuando el empleado la mira al fin. Cuando ya casi iba a subirse al coche, recuerda las ronchas blancas de Prohibido y da media vuelta hacia el hombre que sigue abrazando al perro y haciéndole caricias.

¿Qué tiene en la barriga y las patas? Pregunta Zelaida mirándole.

Es una enfermedad de piel, no sabemos si por malnutrición. Probablemente también fue maltratado. Llegó a la perrera malherido y flaco. Lo encontraron en un bosque cercano.

Zelaida empieza a comprender… alza la mirada de nuevo hacia el hombre,  permanecen unos instantes mirándose a los ojos y se despide de él con una  leve inclinación de cabeza. ‘Tantas veces nada es lo que parece’ piensa.

Ya dirigiéndose hacia el coche, los ladridos de Prohibido detrás de sus piernas, la traen de nuevo al momento y se agacha sonriendo. Jack, sabes.., también es un bonito nombre.

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